La Vida se Cura con La Vida

Prólogo: Anotaciones para la felicidad pulsadas en una rara “Sonata del cerebro”

Por Ziley Mora Penrose
Filósofo, escritor y consultor independiente en procesos humanos

El lector tiene en sus manos un libro para el liberador proceso de la autocomprensión. Y si esto se produce, si deja que con humildad su lectura le empape, estará a un paso de la aceptación; por lo tanto, ya en el camino de ese arte llamado “el amor al propio Ser”. Por tanto, un libro para la salvación de su alma humana, esa que a diario es agitada por fuerzas diversas, creativas, impulsos de muerte, sueños y fuertes pulsiones emotivas. Lo que equivale a decir, que dispone entre manos de una asesoría del espíritu experta, para nada menos que salvarse del naufragio del sin sentido de la existencia. O al menos salvarse del pantano de las peores sombras de baja frecuencia vibratoria, cuando hemos perdido el propósito vital. Porque semejante guía del campo interior, ha sido vivenciada en carne viva por su autor, un músico, un cultor de la guitarra de diez cuerdas, experto en neurociencias y salud emocional, quien desde muy niño se interrogó a fondo por el mundo subjetivo, propio y ajeno.

Pocas veces los científicos se atreven a vincular sus estudios e investigaciones con las experiencias del arte. Menos hacerlo con aspectos de la espiritualidad; las tres áreas en el mismo nivel de pertinencia, con argumentos epistemológicos equivalentes, aunque vengan de campos aparentemente tan distintos. Como si las vivencias de plenitud, de intensidad anímica del arte y del ser fuesen incompatibles con el discurso de la ciencia. Craso error, el mismo error de Descartes, el padre del dualismo mente v/s cuerpo, uno de los temas que precisamente desmonta este libro. Ello fue así, porque en gran medida la tradición occidental ha visto dichos ámbitos como compartimentos estancos, separados y excluyentes. No es el caso de la mirada del Dr. Arroyo que también es artista y un buscador que ha peregrinado en busca de una verdad sólida, una fuente donde el alma pueda calmar su sed. La novedad del enfoque de nuestro autor, es que al hacerlo él desde las neurociencias, como en ningún otro campo, arte y ciencia se iluminan recíprocamente, dejando de ser contradictorios neurotransmisores y emocionalidad, hormonas y amor, química y sentimientos, células gliales y cuerdas de guitarra. 

Aunque la vida personal de su autor aparece aquí en constante contrapunto, es en verdad un libro sobre la conciencia de uno mismo, la conciencia singular e irrepetible de cada uno de nosotros. Inevitablemente nos lleva a preguntarnos ¿quiénes somos y por qué existimos? Y en sus palabras de especialista, ¿cómo surge la naturaleza humana a partir de la materia física del cerebro?, que por lo demás es el Santo Grial, el gran misterio sin resolver de las neurociencias. Pero no sólo de ella, porque al interrogarse su autor por lo que nos define como seres humanos, vuelve su obra también un texto filosófico. Porque ¿cómo no va ser reflexión filosófica de alta calidad espiritual párrafos como el siguiente?: “Al parecer el tiempo no es otra cosa que la creencia demente de que lo que ya pasó todavía está aquí y ahora. Y así mueres cada día para vivir otra vez, hasta que cruces la brecha entre el pasado y el presente entre la vida y la muerte; es precisamente esta la aventura más significativa de la vida. Tenemos que saber que el mayor acto de caridad es el conocimiento verdadero de los secretos del Cielo. Y en esta dimensión debemos transmitir estas experiencias como un acto sublime, pues el mayor logro espiritual es la conexión con el amor a la humanidad. Este mundo está herido, y podemos curarlo porque somos el teclado cósmico de Dios. Primero quiero recordar una cosa: a Dios no le vais a conocer con la lógica sino a través de la “música del Amor”. La lógica es una herramienta demasiado corta, demasiado infantil para acceder a un conocimiento y esencia tan enorme como la de nuestro Arquitecto y Creador.” 

El autor ahonda en circunstancias personales para responder al gran tema de qué es tener una vida significativa. Al respecto, nos presenta un mapa certero en relación a la experiencia de realización más allá del sufrimiento, el que es trascendido por el daimon, la vocación y la plenitud que entrega la vivencia amorosa, tan parecida, inenarrable y envolvente como la experiencia musical. El otro asunto recurrente en él, es interrogarse por la naturaleza de la felicidad y en qué consiste. Aquí, luego de explicar las dimensiones neurofisiológicas de ese cuarteto básico de hormonas intervinientes, lo vuelve a tratar desde la perspectiva existencial y desde la experiencia de la danza del amor. En dicho capítulo, el amor nos alerta con un aserto notable. Nos dice: “no necesitáis refugio; yo soy el refugio”. Vale decir, el Dr. Alejandro Arroyo sabe que la medicina mejor viene de más allá de las secreciones y resonancias electroquímicas del cerebro, porque la vida se cura con la vida, la temporalidad se cura cuando nos conectamos a una frecuencia vibratoria, la alta vibración del amor, generadora de ondas eternas. 

Por tanto, aquí, en las páginas vibrantes e íntimas de “La vida se cura con la vida. Ciencia y espiritualidad”, el lector encontrará una muy confiable base neurocientífica para las experiencias que le inquietan, sean con su psiquis, con su corporalidad, y con todo lo vinculado a su desconcertante mundo anímico. Porque se trata de un libro valioso, especial, un compendio de sabiduría personal que se alimentó en los laboratorios de la Escuela de Medicina de Sao Pablo, pero cuyo “espíritu”, se lo dio el trabajo por volverse consciente, una rara y sublime nota que desde la infancia ha venido pulsando su autor.

Coihueco, Ñuble, Chile, 3 de junio del 2020